Por José Andrés Repar *
Se trata del verde en los
techos, en las paredes y principalmente de los árboles que poseen una
enorme serie de atributos ambientales y hasta aspectos “mágicos y
poéticos”. En los términos mercantilizados del mundo de hoy, calcular su
valor económico en verdes con la cara de Franklin es lo que más puede
conmover a los gestores de los bienes públicos.
El árbol en su acción como un “acondicionador de aire” en el medio urbano adquiere una importancia trascendental en el contexto de la ciudad futura atada al cambio climático. Es tan importante el ahorro de energía que producen los árboles en la ciudad y en toda la región metropolitana en épocas de calores extremos que obliga a considerarlos como un servicio público más,
una especie de infraestructura que hace a la mejora de la calidad de
vida, como son los caminos, las redes de gas o electricidad.
Evaluaciones en este sentido son por lo general ignoradas por las
planificaciones tradicionales de infraestructura.
Cada árbol introduce una actividad térmica muy importante en el
verano para su propia sobrevivencia. Extrae agua y minerales del suelo
donde las temperaturas por debajo del metro se hallan entre 15 y 20ºC y
la lleva por sus canales hacia el tronco y hacia las hojas de su copa.
En las hojas se hallan los poros o estomas por donde se produce la
llamada transpiración de la planta y la evaporación al medio. Por
distintas acciones químicas y mecánicas las plantas por lo general
evacuan más del 90 por ciento del agua extraída del suelo. Al
evaporarse, el agua enfría las hojas y con ello la zona cercana a la
copa. “Una investigación del Departamento de Ecología Global de la
Universidad de Carnegie concluye que evaporar el agua ayuda a enfriar la
Tierra como un todo, no sólo la zona de evaporación, lo que demuestra
que la evaporación del agua de los árboles y los lagos podría tener un
efecto de enfriamiento en la atmósfera entera”
(Environmental Research Letters, Nov. 2011).
En el árbol comienzan los intercambios de calor del agua fresca
del subsuelo con la masa del tronco, pero principalmente se produce un
efecto enfriador por la absorción del calor latente del agua que es de
540 cal./Kg. al momento del pasaje del agua del estado líquido al
gaseoso. Ello permite que el sol no achicharre sus hojas, pero también
refresca la copa y el aire alrededor y de hecho en su conjunto trabaja
cual “acondicionador de aire natural”.
Un árbol maduro extrae en verano, según la especie, entre 100 y
600 litros/día. Para un árbol medio de 30 centímetros de tronco y copa
de 3 metros de radio podemos asumir una extracción en días de verano de
un volumen de 200 litros/día. El 90 por ciento de este volumen (180
litros/día) al evaporarse produce una transferencia calórica de cerca de
97.000 cal./día, que implica aproximadamente 90 Kw/h. En 24 horas de
trabajo produce una transferencia promedio de 4000 cal./h. (3,6 Kw/h.)
o, en otros términos, un enfriamiento medio de 4000 frigorías/hora (¿le resulta conocido este valor? Sí, efectivamente, es la capacidad de enfriamiento de un aire acondicionado medio).
Si el árbol está aislado y su copa expuesta a los vientos, la eficiencia de enfriamiento del aire es muy baja. Sin embargo, si se agrupan en dos o tres el follaje de uno hace de contención del otro. Ello ocurre también con los árboles plantados en fila en las veredas de la ciudad. Las
cuadras que poseen árboles con buen el follaje en ambas veredas poseen
un aire fresco considerable. Dado que los árboles se hallan en un
sistema abierto, la utilidad de esa generación de frigorías para los
fines de acondicionamiento del aire cercano se reduce. Se puede medirla
en forma sencilla con un termómetro en la mano, registrando la
temperatura bajo la sombra de un árbol y fuera del área de su
influencia. En cuadras con diez árboles por vereda de diversos tamaños y
especies, como hay en algunas cuadras de Núñez y
de Belgrano, he registrado
una dispersión de temperaturas, pero en promedio concurren a -7ºC por
debajo de la temperatura al sol y/o de la marcada por la oficina
meteorológica. Tomando dicho valor promedio, podemos estimar la energía
media que es necesaria para mantener la misma. Para ello nada mejor que
la fórmula calórica clásica de Q=c.m.(t1t2). Si asumimos un volumen del
aire circundante al árbol de 3 metros de radio y unos 5 metros de altura
observamos la necesidad de una generación efectiva diaria de al menos 5
kw/h. básicamente en las horas diurnas. Cuanto más se juntan las copas
de los árboles se produce un enfriamiento mayor y una actuación más
efectiva del árbol-enfriador. En la cuadra las
unidades de refrigeración de los edificios cercanos reducen más su
consumo de energía por el mejor estado de prerrefrigeración del aire
tomado.
En un escenario de veranos de altas temperaturas, la plantación sistemática de árboles debería ser prioritaria en diversos puntos urbanos por la incorporación masiva de splits. Debería ser considerada una infraestructura de carácter obligatorio. Desde ya que
los árboles no sólo introducen un extraordinario beneficio con el
ahorro de energía sino que filtran el aire, disminuyen la polución y
absorben enormes cantidades de dióxido de carbono (CO2) generado por ese
desarrollo urbano.
Cabe pensar en este contexto un plan nacional de arborización de los centros urbanos en conjunto con los municipios.
Tomar conciencia que las posibilidades de la alternativa ambiental de
los árboles redunda en mejoras de la calidad de vida y salud de la
población, además de no necesitar divisas. En principio plantar y cuidar los árboles es una responsabilidad municipal, pero también es una responsabilidad nacional, en cuyas manos está la gestión de generación razonable y suficiente de energía.
En el artículo “Climate Mitigation by Urban Forest” (Mc Pherson y
otros, 2011) para California se estima que los 177 millones de árboles
urbanos de todo el estado permiten reducir el pico de la demanda estival en un 10 por ciento (alrededor de 5000 MW).
La zona del AMBA posee un suelo fértil de buen suministro de aguas
y no tiene períodos largos de sequías. Las napas poseen una buena
intercomunicación. Los picos de lluvias pueden ser mitigados por la
absorción y retención del agua en las hojas de los árboles.
Planificar una inversión sistemática y ordenada para cubrir con foresta
los espacios públicos y también los semipúblicos como los centros de
manzana es la tarea. En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires hay,
según la Dirección de Espacios Verdes, unos 360.000 árboles en un total
de 12.255 manzanas. Por la irregularidad de algunas manzanas puede
considerarse que la ciudad cuenta con unas 48.000 cuadras típicas. Con
la ubicación de un mínimo de 20 a 25 árboles por cuadra tendríamos un
potencial de plantación de no menos de 1.000.000 de árboles. Cabe
recordar que el modelo territorial emitido por el Gobierno
de la Ciudad
con pompa y lujo pero sin la debida participación de los vecinos estima
sin mayores datos una posibilidad para toda la ciudad de 600.000
unidades.
Los 1.000.000 de árboles con una copa de 3 metros de radio
implican 27.000.000 de metros cuadrados. Siendo tres millones los
habitantes, nos permitirían tener 9 metros cuadrados de sombra por
habitante. Por su parte, el resto del área metropolitana del Gran Buenos
Aires posee en sus 40 municipios unas 200.000 cuadras típicas, que
conlleva a una plantación total potencial de más de 4 millones de
árboles. En este contexto y a falta de registros se estima un porcentaje
posible de incorporación similar al de la CABA, que indica 2.500.000 de
plantas nuevas. Con ellos es posible llegar, para los 10 millones de
habitantes del conurbano, a una sombra de 10 metros cuadrados por habitante.
La energía de enfriamiento que puede surgir de este enorme manto de
verde, a partir de los 5 Kw/h. diarios llega en los 60 días de calor
fuerte de cada verano a 300 Kw/h. por árbol. En 10 años
dicho ahorro
llega a más de 3 Mw/h. por árbol. Con el total de árboles nuevos
posibles en la zona metropolitana evaluados en los 3 millones, en 10
años la prerrefrigeración del aire llega a 9 millones de Mw/h. A un
costo medio de energía eléctrica en distribución de 80 dólares/Mw/h. se
llega a los 720 millones de dólares en ahorro en generación y en
distribución. El costo de los 540.000 árboles nuevos en la CABA más los
2.500.000 en el Gran Buenos Aires, a un valor unitario de 20 dólares por
planta puede llegar a 60 millones de dólares.
* Ingeniero, miembro del Instituto de Energía Scalabrini Ortiz y del Copua Consejo de Planeamiento Urbano Ambiental de la CABA.